La jaula

Cuatro paredes… una puerta y una ventana son lo único que la conecta a la realidad. Dibujos malos enganchados a corcho y fotos de un idiota intentado dominar la nieve, un cuadro de una primera comunión tapado con un imagen que augura la entrada al peor de los lugares con las letras que sobre él se ven: “Welcome to hell”; mensaje que demuestra el pésimo estado mental de la bestia que en el cuarto habita.

Una columna de CDs con pocos de ellos verdaderos y todos pasados de fecha, música que el monstruo no escuchará, prefiere a lo que la gente racional llama “ruido”, que almacenado en un disco rígido reproduce día tras día. Estanterías llenas de libros, literatura fantástica que él consume para evadirse de una realidad que le atormenta todos los días, un router que conecta un ordenador a un mundo de cables y falsedad, pilas y más pilas de juegos piratas que usa para alejarse de su temida vida y los altavoces por los que suena música infernal.

Ropa guardada en un armario, tela que el retrasado considera innecesaria por la gran cantidad de ella, y inútiles cacharos tecnológicos apilados en una mesita de noche que considera vitales. Una cama en la que el idiota ve morir el día y perecer la noche, cama a que se dirige cuando los demás no están ni en casa. La almohada que reposa encima de la cama suele amanecer humedecida por las lágrimas que derrama la abominación cuando mira al fondo de su alma y, después contrastarlo con sus recuerdos, ve lo cobarde que es.

Encima del escritorio en el que, a veces, trata de estudiar reside una máquina hecha de tuercas y cables por la cual, a través de un cable, se conecta a una especie de televisor en el que ve historias fantásticas y terroríficas que usa para alejarse todo lo que puede del mundo real. También usa el monstruo tecnológico para decir lo que no se atreve a decir en la realidad… computadora que tanto mal le ha traído, computadora a la que sus padres tanto odian al verle pegado a ella como una lapa.

La bestia escribe y la gente por pena le alaba, no son capaces de confesarle la verdad, que es un monstruo con aires de grandeza, la lacra de esta sociedad, algo que no merece vivir ni un día más pero que es lo suficiente cobarde como para no colgarse en la buhardilla de su casa y dejar, al fin, la vida tranquila a los que son superiores a él, lo que abarca a todo el mundo.

Por último, la tristeza personificada, tiene un cactus en el alfeizar de la ventana. Esa pequeña planta le recuerda mucho a él o, al menos, la imagen que tiene de si mismo. Aun recuerda cuando el cactus estaba marchito, pero una flor creció a su lado y la espinosa planta se sintió vigorosa, pero la flor le abandonó sin decir razón y el cactus volvió a marchitar sin preguntar por qué.

Desde su estado mental muchas veces a escuchado reír a las paredes, se ríen del estúpido que cubren, les hace gracia que un ser que se puede mover no lo haga, siendo que ellas están ancladas y una ventana deja pasar la luz para que la bestia sueñe con ese mundo que jamás alcanzará, tan grande es su muerte en vida.

Y así pasa la vida el loco, arañando las paredes, golpeando las ventanas, llorando su impotencia al no poder salir de la habitación, nunca se parará a pensar que la puerta siempre ha estado abierta, solo tiene que empujarla y armarse de valor para enfrentarse a su realidad, dejar de refugiarse y salir de la jaula… mi jaula.

Saludos de la bestia a la que durante las horas escolares tenéis que aguantar.

P.D.: Estoy cansado del blog, consideradlo abandonado por una larga temporada.