Gran fiesta tiene el infierno con todas sus calaveras.
Tanto el viejo como el tierno van a dar a las calderas.

30 octubre 2009

El cráneo

La primera vez que Sofía entró como propietaria en aquella casa no pudo evitar inhalar aquel olor a cerrado y ese aroma especial de cada casa que tenía que considerar propio a partir de este momento. La casa estaba completamente amueblada, ya habían vendido su anterior piso, hogar que se quedó pequeño ante el nacimiento de su primer hijo. Ya imaginaba su joven madre lo feliz que sería el pequeño Rodrigo correteando por aquella gigantesca casa de dos plantas y con un estupendo jardín en el que tenía pensado plantar miles de flores y un árbol para conmemorar tan agradable día. Sin darse cuenta, se había quedado parada al umbral de la puerta de dos hojas que daba la bienvenida a la casa. Alguien le rodeó las caderas y le besó en el cuello. Era Alberto, su marido. Se giró y sus labios se fundieron en una suave caricia. De la mano estaba el pequeño hijo de ambos. No duró ni dos segundos agarrado por su padre, se puso a recorrer sin descanso la casa.

Cuando hubo caído la noche, acostaron al pequeño Rodrigo en su pequeña cama de su nuevo cuarto. Era la primera vez en sus cuatro años que dormía solo. Parecía un poco afligido, pero su madre se quedó con él hasta que sus ojos se cerraron. Sofía fue hasta la habitación de matrimonio donde su marido le esperaba despierto para hablar de la decoración de la nueva casa. Después de hablar varias horas, compartieron sus cuerpos en el nuevo hogar y durmieron.

Tras una primera y agradable noche, el ama de la casa bajó a preparar el desayuno para la familia. El grito sonó como un trueno que cae por cada centímetro cuadrado de la casa. Cuando bajó Alberto vio a su esposa en el suelo, con las manos en la cara. Cuando le preguntó la causa de su espanto, ella señaló a la mesa. Allí había una calavera, desgastada y roída por las ratas. Al principio se quedó sorprendido, analizando aquel resto de alguien que desconocía. Cogió el cráneo y salió al patio. Descolgó la pala de lo alto del cuarto de la herramienta, el cual había amanecido abierto, pero antes de haberla encontrado, encontró algo que no se esperaba. Había un agujero en el suelo, reciente, cavado no con ningún instrumento. Realmente parecía que esa puerta a la desconocido había sido obra de unas manos. Inclinó su cuerpo ante el hoyo y se volvió a sobresaltar. Había un cadáver completo en aquel lugar, a excepción del cráneo. Tan horripilante le pareció este nuevo descubrimiento que la calavera se le calló de las manos y fue a meterse justo por el agujero. Como si estuviera ligado un resorte, al recibir el cráneo, la tierra se desplomó y tapó el hoyo.

Entró en casa con la cara blanca, se lavó las manos y ayudó a Sofía, que lloraba en el suelo. Cuando se hubo repuesto, las cosas se tornaron peores. Apareció el joven Rodrigo, con lágrimas en los ojos. Sus manos estaban completamente ensangrentadas y con las uñas rotas o desprendidas. La madre ahogó un grito para no desesperar al pequeño niño. Le preguntaron cómo se había hecho eso. El pequeño, entre llantos, solo supo decir que se había despertado así. Tenía el pijama ensangrentado por la parte de las mangas. Su padre enseguida recordó los estigmas al ver las manos de su hijo. Llevaron inmediatamente el niño a urgencias, donde le curaron sus heridas. El resto del día transcurrió silencioso, terrible. Por la noche, Sofía podía dormir solo si Alberto la tenía apretada en un abrazo interminable, pasando bastante calor en aquella noche de verano.

A la mañana siguiente, la historia se repitió. El cráneo reposaba sobre la mesa de la cocina, mirando de frente a todo aquel que entrara en la cocina. Alberto, ante su asombro, descubrió que el agujero del otro día volvía a estar abierto y que, al depositar la calavera, se cerraba como la otra vez, con la misma rapidez. El pobre Rodrigo volvió a amanecer con las manos ensangrentadas. El patriarca decidió abordar el tema del cráneo porque parecía más normal, tratando de averiguar, de paso, si tenía alguna relación con las heridas de su hijo. Preguntó por el vecindario, sin dar muchos detalles. Simplemente dijo a un hombre extraño, entrado en años, si había gamberros por el barrio, que dejaran huesos de persona para mofarse de los inquilinos. El viejo respondió que no era un barrio conflictivo, pero el hecho de nombrar los huesos le sobresaltó un poco. Dijo que anteriormente esa casa había sido propiedad de una secta. Había realizado extraños rituales y, finalmente, había sido descubierta. La casa se vendió a un matrimonio de media edad. Ambos amanecieron muertos. Alberto trató de no sobresaltarse y tomó el tema con la máxima escepticidad que pudo. Se decidió a poner una pequeña trampa en la puerta principal de la casa, para ver si alguien tenía llave o algún experto en ganzúa. A la mañana siguiente, el cráneo seguía donde siempre, las manos de Rodrigo llenas de sangre y la trampa intacta.

Al día siguiente dedució que si el cráneo siempre faltaba el cadáver enterrado en el patio, alguien lo desenterraba y lo traía dentro de la casa. Decidió trabar la puerta del jardín. A la mañana siguiente se repitió la historia. La puerta había sido abierta, pero sin fuerza, desde dentro.

Por fin se decidió a montar guardia durante la noche. Dio las buenas noches a su mujer y a su hijo, preparó café y se puso cómodo para soportar una noche muy larga. Sobre las tres de la madrugada vio a su hijo atravesar la cocina. Le preguntó si pasaba algo. El niño si siquiera le miró, abrió la puerta del patio y, ante el asombro de su padre, hincó las rodillas en la tierra y comenzó a cavar con las manos. Tenía los ojos en blanco, no contestaba a lo que le decía su padre. Pasó media hora, el padre cada vez más desesperado, viendo como su hijo cavaba sin descanso. Finalmente, cogió la recién desenterrada calavera y entró en la casa. La dejó encima de la mesa y volvió a su habitación. A la mañana siguiente interrogó a su hijo. Él defendía que no sabía de qué le hablaba, que no se había despertado por la noche para nada.

Al día siguiente fue a su habitación contempló como se despertaba, con los ojos en blanco y se dirigía a las escaleras. Alberto agarró a su hijo. Forcejearon un rato hasta que el niño le clavo los dedos en los ojos. El padre se puso a gritar en mitad de la noche, despertando a Sofía, que aun no sabía nada más que el “yo me encargo” que le había dicho Alberto. El siguiente amanecer llevaron al joven Rodrigo a un psicólogo. Después de dos horas haciéndole preguntas el médico no supo dar con el problema, solo les recetó unos tranquilizantes que ni se molestaron en comprar. Esa tarde Alberto intentó desenterrar el cadáver y llevarlo lejos, comenzó a cavar, pero no encontró nada en tres horas de búsqueda. Tiró la pala al suelo con odio. Había comenzado el momento de tomar medidas más contundentes.

Esa misma noche lo ataron a la cama. Sofía no paraba de llorar, pero no lo detuvo a su marido. El niño casi no pudo conciliar el sueño, les preguntaba por qué hacían esto. El pobre niño, aparte de las manos ensangrentadas, había empeorado considerablemente su salud. Tras cuatro horas de llantos, el niño se retorció en las cuerdas que lo ataban y puso sus ojos en blanco. Pasó más de diez minutos retorciéndose, después comenzó a gritar, con una voz que no correspondía a la suya. Era de mujer. “¡Él viene! ¡Él viene!”
Su padre le preguntó quien venía. Repitió la advertencia sin responder. Pasaron veinte minutos en este estado, hasta que la puerta del patio se abrió de golpe. Un sudor helado comenzó a recorrer la cara del Alberto. Se quedó paralizado, no sabía que hacer. Solo se escuchaban los lloros de Sofía, los gritos femeninos de su hijo y unas pisadas. Unas pisadas que sonaban a hueso.

Después de lo que pareció una eternidad se vislumbró, en el fondo del oscuro pasillo, aparecieron los huesos del cadáver enterrado en el patio. Alberto se quedó paralizado, no sabía que hacer, estaba completamente paralizado. Sofía se desmayó. Rodrigo se puso a hablar desde la cama: “Eres persistente, aun muerto vuelves para vengarte. Mira que hay que ser idiota.” El cadáver andante apartó de un manotazo al padre y lanzó su garra hacía el niño. Rodrigo esquivó el golpe, que rompió una de las cuerdas. Repitió el acto dos veces hasta que solo quedó una cuerda. De repente Alberto saltó a la cama y protegió a su hijo con el cuerpo, mientras lloraba. El niño intentó apartarse de su padre, con pocos resultados. El cadáver andante agarró al padre por el cuello y lo elevó a casi un metro. El niño aprovechó para quitarse la cuerda y salir corriendo, dejando atrás a su padre, que lo miraba con ojos llorosos. El cadáver no parecía pesarle el cuerpo de Alberto, no temblaba, parecía tener fuerza infinita. Sus ojos comenzaron a cerrarse, sentía como la sangre luchaba por llegar a la cabeza, pero las frías garras del muerto no se soltaban ni un ápice.

En una fracción de segundo escuchó un golpe, como un eco que viaja sin sentido. Las garras se soltaron automáticamente y calló al suelo. Escuchó un segundo golpe y un crujido de huesos. Antes de perder el sentido por completo, escuchó la voz que salía de la garganta de su hijo: “Se lo dije, nunca enterréis a nadie con cabeza. Al final acaban volviendo” Alberto sintió una de las manos de su hijo en la cabeza y escuchó un ruido metálico “Señor, la próxima vez, intente poner la pala a la altura de su hijo. Esto habría acabado el primer día sin tener que desangrarle las manos a este pobre chaval.”

¡FELIZ HALLOWEEN!

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, tienes un monton de imaginacion. De verdad que con cada cosa tuya que leo me quedo mas y mas impresionada, sinceramente pienso que tienes un talento impresionante.

    PD: mi hermana y yo teniamos miedo y todo al leerlo.
    Muy bien escrito si señor.

    Siento no escribir mas en el mio, lo tengo un poco abandonado. Voy a intentar escribir mas, ademas me estan viniendo ideas, raro en mi pero cierto.

    Sigue asi y gracias por tu comentario.

    Yo misma

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  2. Buenisima, la verdad es k eres bueno escribiendo jeje, me allamado mucho la atencion desde el primer momento, sigue asi.

    God work

    Käiser

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  3. Ya te vale!!!! No se si sabes que hay gente que se ha comprado una casa nueva y va a pasar mucho miedo. Ya sabes gracias a esto el viernes que viene tienes plan.
    No hace falta que te diga quien soy, verdad???

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